Amélie-Margot Chevalier, codirectora de la galería Chevalier Parsua

París, Francia

Amélie-Margot Chevalier lleva la fibra textil inscrita en su ADN. Especialista en tapices antiguos, modernos y contemporáneos, ella y su hermana pertenecen a la cuarta generación al frente de la prestigiosa Galerie Chevalier Parsua. Nos reunimos con ella en su luminoso piso del distrito 7 para charlar de su pasión por las artes textiles y la mezcla de estilos decorativos.

¿Podría presentarse?

Me llamo Amélie-Margot Chevalier y codirijo junto con mi hermana Céline Letessier la galería Chevalier Parsua. Me ocupo de la tapicería de los siglos XX y XXI y del arte textil contemporáneo, y mi hermana dirige nuestra marca editorial de alfombras, Parsua, que acaba de celebrar su vigésimo aniversario. Trabajamos codo con codo: cuando mi hermana elige un diseñador me lo cuenta y yo le enseño los tapices que quiero comprar. Toda nuestra obra deriva de ese intercambio y lo que intentamos presentar en la galería obedece realmente a nuestro gusto común.

¿Cómo nació su vocación?

Es una historia familiar que se remonta a cuatro generaciones, así que la he vivido desde que era pequeña. Mis padres son unos apasionados de la tapicería y el arte y siempre he oído hablar de ello en casa. De niña pasaba mucho tiempo en la galería, acompañaba a mis padres en los viajes de negocios, e incluso nuestras vacaciones eran un pretexto para visitar exposiciones. Luego estudié historia del arte y filosofía del arte, a la vez que hacía prácticas en galerías y casas de subastas. Un día mi padre me propuso trabajar con ellos, pero no quise comprometerme hasta estar segura de que el mundo del tapiz era una opción con la que me sentiría a gusto a muy largo plazo. Así que primero decidí hacer unas prácticas en el Museo Textil de Washington y, pasados los primeros quince días, supe que nunca me aburriría en esta disciplina. Mi hermana y yo trabajamos con nuestros padres durante varios años antes de que se jubilaran.

¿Qué lugar ocupa la tapicería en el mundo del arte actual?

Podría decirse que la tapicería, considerada como arte decorativo, fue un arte menor durante mucho tiempo en comparación con la pintura, etc. Pero hoy en día percibo que suscita un interés creciente. Los tapices están volviendo con fuerza, igual que la cerámica. La gente quiere objetos hechos con las manos, en los que la huella de su "factura" quede grabada en el objeto. Cada vez lo vemos más en la decoración, ¡y mi ojo de lince lo detecta cada vez más en las revistas de decoración!

¿Un recuerdo de una pieza de la que se sienta más orgullosa de haber encontrado/descubierto?

Me acuerdo de una pieza precolombina comprada por mi padre que dormía en una caja. Me propuse incluirla en una exposición, pero antes era preciso encontrar su procedencia oficial porque, al ser un objeto arqueológico, hay que tener mucho cuidado con su trazabilidad. Fue toda una labor de detective. Descubrí la descripción precisa de manera inesperada en un libro de los años 40. No había duda, ¡era el mismo objeto! La prueba fue admitida por los abogados que permitieron cerrar la venta a un museo americano. Es el tipo de recuerdo que te marca de alguna manera. Atesoramos muchas historias familiares parecidas y tenemos la suerte de tener muchos bebés en museos de los que nos sentimos muy orgullosos.

Háblenos de su piso...

Había sido la vivienda familiar de mis padres, y mi marido y yo la adquirimos hace unos años. Mis padres residieron en ella más de 25 años; hubo que hacer algunas obras, aunque no cambiamos la distribución de las habitaciones, ya que era perfecta. El piso está situado en un edificio del siglo XVII y los volúmenes son de gran belleza. Ocupamos la planta noble, en el segundo piso, con casi 4 metros de altura de techo. ¡Esto es precisamente lo que sedujo a mis padres, porque tenían tapices y evidentemente les venía bien disponer de algo de altura!


Todas las estancias son muy espaciosas y, con la ayuda de mi amiga Fleur Perret de la agencia Numéro 12, quisimos mantener los bonitos elementos antiguos y al mismo tiempo aportar luz para resaltar nuestra colección de arte y hacer más fluido el tránsito.

¿Cómo describiría su estilo de decoración?

Mi marido, Charles-Wesley Hourdé, tiene una galería especializada en arte antiguo de África y Oceanía, y hace dos años abrió 31 Project, una galería dedicada al panorama africano contemporáneo. El arte ocupa un lugar determinante en nuestras vidas. Somos coleccionistas y buscadores de antigüedades, y poseemos numerosos objetos traídos de nuestros viajes. África está muy presente, al igual que los textiles y, por supuesto, los tapices. Es un diálogo entre épocas, artistas y lugares. Los colores también están muy presentes, sobre todo el azul y el amarillo, que me gustan mucho.

"¡Al principio me daba un poco de vergüenza tener una entrada tan grande, por eso USM fue una revelación para mí!"

Háblenos de los tapices...

En la sala de estar cuelga un gran tapiz de la artista italiana Julie Polidoro, del que me enamoré. Es un planisferio azul de fieltro y cera que evoca África y las migraciones mundiales.


También hay un tapiz muy gráfico de Mathieu Matégot en nuestro dormitorio, encima de la cama, que trae a la memoria África y las cebras con sus motivos en blanco y negro.


En el vestíbulo tenemos un gran tapiz de Jean-René Sautour-Gaillard que me encanta. Si se observa con detenimiento, los elementos conforman una especie de collage con pedazos de tejidos, pero también con objetos de Oceanía. Es un guiño interesante a mi propio universo y al de Charles.

Precisamente, su recibidor es enorme: ¿qué uso le encontró?

¡Al principio me daba un poco de vergüenza tener una entrada tan grande, por eso USM fue una revelación para mí! Hemos diseñado un precioso aparador USM con extensión frente a la ventana que hace de gran escritorio. De pronto no es tan solo un recibidor, esta estancia tiene un propósito, una verdadera razón de ser. Es un lugar muy agradable, con luminosidad; me encanta esta oficina donde tengo todos mis documentos a mano, ordenados en muchos cajones. Y me fascina la idea de poseer un mueble que pueda reutilizar si me mudo. ¡Lo veo como una inversión, tal vez un día por ejemplo lo podamos reconfigurar para el estudio de mi hija! 


Me entusiasma el concepto de objetos que se conservan, que se puedan transmitir porque son intemporales y reparables. Un poco como nuestras alfombras Parsua, que se siguen fabricando como en el siglo XVII, con tintes cien por cien naturales y vegetales, una pátina al agua, sin productos químicos. Son objetos que están hechos para durar. De USM me seduce exactamente eso: su durabilidad y atemporalidad.

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